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LA DESAFECCIÓN DEMOCRÁTICA Y LA DEVALUACIÓN DE LOS PARTIDOS POLÍTICOS COMO MONEDA POLÍTICA:
EL CRECIENTE VALOR DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO TRANSMISORES DE MENSAJES Y TEMAS POLÍTICOS
EN EL INCIERTO MUNDO DEL POST ELECTORALISMO FORMAL
Laura Villalba
de los partidos políticos y los dejaron en
lugares de poca relevancia electoral, ya
que los ciudadanos se autogestionaban y
organizaban, en algunas ocasiones llegando
a crear manifestaciones de millones de
personas, como lo fue la Primavera Árabe o
los esfuerzos para movilizar a la población
colombiana hacia la paz; todo esto a través
de medios sociales difusos y fuera del
control de partidos y Estados, y en manos
de organizaciones no-gubernamentales
(Sarmiento Santander, et. al., 2016). Como
lo explica Pildes (2022):
Las redes sociales también son un
contribuyente importante: hacen
posible la movilización instantánea de
la oposición, deslegitiman la autoridad
política sin importar quién la ejerza y,
especialmente en los Estados Unidos,
permiten el surgimiento de políticos
independientes que pueden encontrar
audiencias nacionales y recaudar
grandes cantidades de dinero a través
de pequeñas donaciones, incluso en sus
primeros años en el cargo. ( Washington
Post, p. 3)
La crisis de relevancia, legitimidad (o sea
credibilidad y capacidad de ejercer justicia y
equidad), no solo se sintió en las estructuras
partidarias, fue un fenómeno que subvirtió
a todas las instituciones sociales, con la
posible excepción de la Iglesia.1 (Alcaraz,
et. al., 2021). Las intervenciones militares
y las manifestaciones autoritarias de los
gobiernos que vulneraron a las poblaciones
en sus derechos humanos y las explotaron
1 Sin embargo, aún aquí es difícil generalizar, ya
que al decir Iglesia hay que tener mucho cuidado, puesto que
la Iglesia Católica perdió su monopolio con los feligreses a
nivel global ante la embestida del Evangelismo Carismático
Cristiano, encontrándose en algunos países, incluso en
América Latina, en la minoría (Parker, 2005).
de las formas más viles, mediante procesos
de corrupción institucionalizada, dejaron
desnudos a los Estados como garantes
de justicia y sin posibilidad de justicar
acciones estatales o de los actores asociados
con el Estado, como los partidos políticos,
vistos como habilitadores, facilitadores
y, en muchos casos, copartícipes de los
gobiernos militares, que no actuaron de
forma ética ni contribuyeron al bienestar
social. En todos los casos, estos gobiernos
y sus partidos salieron del Estado
desprestigiados y, tal es su continuada
irrelevancia política, que en ningún caso ni
país se ha visto el intento de intervención
militar bajo determinada circunstancia
después de los años 90. Aunque
institucionalmente, como lo documenta
Latinobarómetro (2021), se han recuperado
instituciones relativamente virtuosas
comparadas con los partidos políticos,
que no tienen ningún apoyo como actores
legítimos que representen a la identidad
política nacional. Eso se quemó con las
intervenciones que destruyeron el mito
de que institucionalmente existían para
defender al país y al pueblo del enemigo
extranjero, terminando, torturando y
asesinando a sus conciudadanos. La
memoria no permite olvidar. Como dice
el memorial argentino: Nunca Más (1986).
Pildes (2022) señala que:
El descontento de los ciudadanos es
generalizado y se moviliza fácilmente,
pero más fácilmente en la forma negativa
de rechazo a los partidos tradicionales y
guras políticas. Sin embargo, cuando
los partidos insurgentes o los candidatos
a agentes libres son elegidos, los votantes
rápidamente también se vuelven contra
ellos, en un proceso continuamente